Re-encuentro...

Caminos que se terminan
Esa llanura que dejó de existir,
Que desapareció bajo sus pasos.
La sangre de su mar
Como un torrente furioso;
Cada embestida devastando,
Robándose los largos respiros
De las entrañas de esa tierra,
Conquistada hace mil años.
No hubo nombres, ni palabras
El lenguaje más primitivo
Lo unió a ese paisaje de sus sueños.
Araño las piedras, con devoción
Para dejar las marcas de sus uñas.
Tenía derecho a destruirlo todo
Era su lugar, tan suyo como ningún otro
En el mundo entero.
El cielo le devolvió la mirada
El viento le susurro al oído
Un poema de amor.
Como un ángel rendido
Cayó en la hierba
Lo último que sintió
Fue el aroma de las flores.
Beso con el dolor contenido de sus labios
El verde que lo recibía
Y se durmió eternamente.