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¿Por qué lo hiciste? Le preguntas al viento, en un mini altar que improvisaste, para llorar mi muerte, mi suicidio; quisiera poder explicarte que ahora y sólo gracias a mi absurda decisión, estoy aquí, a tu lado... y he dormido junto a ti, abrazada a tu cuerpo todos estos días, quisiera poder gritarte que esas 200 pastillas, son las que hoy me permiten secar tus lagrimas; no, amor, no las ha secado el viento, han sido mis manos, mis besos. Sí, talvez aún no sé como lograr que me sientas, pero soy yo la que te arrulla en esos dolorosos sueños en los que me llamas llorando y los convierte en esos dulces sueños de amor, juntos...
Soy yo quien ahora, te acompaña todo el día, la que detiene los momentos en que la felicidad se acerca a ti, para extenderlos. Soy yo ahora, quien te abriga en las mañanas, cuando tu cuerpo se estremece de frío, por tu maldita costumbre de destaparte dormido... soy yo quién te acerca a la nostalgia, para que me conserves en tu memoria y dejes de sufrir por este amor maldecido...
Quisiera tanto, que entendieras que sólo fue mi desesperación, mis ganas de vivir, aun que sea en mi muerte, junto a ti, siempre, me gustaría hacerte entender que era la única manera de cumplir mis sueños.
Hoy me senté frente a ti, observarte se convirtió en mi adicción, aprenderme tus gestos, adivinar tus manías... es muy tarde ya, creo que ha pasado mucho tiempo, demasiado, desde que vivo aquí contigo, sin que siquiera lo hayas notado, y debo decir que cada segundo te amo más... talvez nuestra historia hubiese sido eterna... te ves realmente bien, esta noche... hace un par de meses deje de seguirte al trabajo, me he sentido un poco cansada y creo que también necesitas tu espacio... tus manos juguetean con la argolla que te hice enviar la misma mañana en que le di forma a mi idea de morir. Con movimientos nerviosos, te la quitas y la guardas en el cajón de tu velador, apagas la luz y sales a la calle...
Caminas rápido y creo que feliz, te sigo un par de pasos atrás, un instinto me hace voltear hacia la ventana de ese departamento, una mujer, te hace algunas señales, de que subas... entro contigo al ascensor, en este preciso instante el pánico se apodera de mí, pero yo lo decidí así y creo que debí pensar que no te gastarías la vida, viviendo con mis recuerdos y mi fantasma... trato de detenerte, pero no puedo, no tengo materia, me abrazó a ti con fuerza, pero no es suficiente... ella te espera en la puerta. Todo en penumbras, una cena romántica, como tanto te gustan, como yo nunca pude darte y tu felicidad me golpea, con cada beso que le regalas... cada uno de esos besos que serían míos, según nuestros planes...
Me he sentado a tus pies a llorar, tu perdida... ya no me amas. Ya no puedes hacerlo.
Me pongo de pie, si pudieras haberme visto hoy, me vestí especialmente para ti, como en esa foto que tanto te gustaba mirar. Me reclino junto a ti y te elevo un poco la cara, te beso en los labios. Estático y desencajado miras al aire... me acerco a tu oído y te susurro un “te amo”, lleno de dolor... “aquí se termina nuestro camino, que nunca anduvimos” Y estiras tu mano, como acariciando al viento...
-Anne- Susurras y una lagrima cae de tus ojos. La tomo en mis manos. Era la última lagrima, la que me faltaba para terminar el collar que he estado haciendo durante todo este tiempo, con cada lagrima tuya...
-Eres libre...
y un último beso, que talvez hayas sentido, talvez algún día nos encontremos, aunque lo dudo, el infierno me espera...