miércoles, febrero 27, 2008

SOMBRAS


Movimientos oblicuos en las líneas
Que dibujan su triste sonrisa
Momentos oblicuos en el trazo
Que sombrea su mirada
El mundo detenido
Camino recto, eterno
¡Para! ¡Detente! ¡No te vayas!
Si esa lagrima rueda
Se estropea la tela ¡No llores!
Si ese grito mudo, se libera
Se espantaran las aves
Destruirás la escena.
Si las uñas se hunden en su propia carne
Todo se teñirá del color de su sangre
Si iluminas sus pasos
Caerá ciega…
Profundo mar, aguas negras
¡Sálvate! ¡Mátame!
La mirada fija, estática en la nada
¡Detente! No pintes el dolor
La muerte nos acecha
Nos seduce su aroma
Cubre la nieve fría de su piel
De negro por los dos
La tristeza oblicua de su corazón
Se tensa en el rictus de una mueca
Los momentos eternos, interminables
Todo estático
¡Para! ¡No sigas!
Es el luto de mi muerte el que retratas
Es el llanto de los dos
Oblicuo el dolor, recta la razón…

sábado, febrero 23, 2008

Lo último que puedo ofrecer-te*.*

Dios siempre estuvo en ti... ¿Recuerdas todas las palabras que malgastaste queriendo convencerme... ?

Hoy te hace tanta falta como a mí...

AUSENCIA DE DIOS (Benedetti)


Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.